martes, 14 de abril de 2009

Periodismo de opinión

El mango

del perdón y el arrepentimiento.

Por:

Azury Bustamante

El mango y el bolis han sido mi sustento durante 27 años”, dice don Fabio Zapata, de 74 años y oriundo de Titiribí, Antioquia, que hace más de 25 años vive en el barrio 20 de Julio, con sus nueve hijos y su esposa Martha.

Don Fabio Zapata siempre ha vendido mangos y bolis de $100 a la salida de la iglesia del 20 de Julio, La Bienaventuranza, con este negocio come, paga arriendo y ha levantado ha todos sus hijos, que ya mayores, “cojieron obligación”.

Como todo negocio informal tiene semanas buenas y semanas malas, y don Fabio sabe que uno de sus agostos los hará durante la Semana Santa, porque es cuando la iglesia tiene más visitantes, y con las procesiones se incrementa el número de niños y jóvenes que son sus mayores compradores.

Pero para esta Semana santa para don Fabio no fue lo que esperaba, como había ocurrido años atrás. Esta vez las procesiones no fueron tan concurridas y las visitas a las misas no significaron más ventas de mangos como en el pasado.

“La Semana Santa ya no es como antes, ya la gente no se entrega a Dios como antes, ya la Semana Santa es descanso y rumba y en especial los jóvenes a quienes esto no les interesa”, comenta don Fabio aspirando hacerse más de $30.0000 al día en sus ventas para el Domingo de Ramos.

Mientras que el cura de la parroquia del 20 de Julio recuerda desde su púlpito la entrada de Jesús a Jerusalén montado en su burrito, don Fabio tiene su punto de venta con veinte mangos pelados y listos para llevar y decenas de bolis de diferentes sabores que refrescarán la sed producida por el calor de este domingo movido más por las ventas callejeras que por las costumbre religiosas del barrio.

Y es que la fe no fue suficiente para don Fabio Zapata, esta vez ella no movió montañas, ni movilizó los cientos de feligreses que él esperaba. Aquí es donde la tradición cristiana es necesaria para incrementar las ventas, donde a más fieles mayor número de mangos viches, y es cuando los fieles los ven más ricos y apetitosos, como el manjar que por tradición sirve para acompañar una procesión de Domingo de Ramos.

Para no recuperar la fe, el lunes, martes y miércoles santos fueron desastrozos, aunque la iglesia estuvo abierta sólo algunas ancianas la visitaron y las ventas por día no superaron los $10.000. Y es que don Fabio, por más que ha permanecido 27 años al lado de una iglesia su creencia no es la más grande como para pedirle a Dios mayor clientela, pues dice él que cree en dios y la Virgen y lee la Biblia, pero su clamor no da como para asistir a la misa religiosamente.

Ya para el Jueves Santo desde las 8:30 a.m. don Fabio madrugó para abrir el puesto y se preparó muy confiado para que esta vez los feligreses entraran en grandes cantidades a la Bienaventuranza. Pero pasaron las misas, las visitas al Santísimo, el Lavatorio de los Pies y las Siete Palabras, pero los compradores fueron muy pocos.

“Ya de mango no vive la gente, aunque es de las cosas que se acomodan más al presupuesto de la gente. Qué es pagar entre $100 y $500 por un mango”, dice con una risa entre los dientes don Fabio, refiriéndose a un no muy buen día de ventas.

El Viernes Santo, don Fabio madrugó como siempre, con la esperanza puesta en sus ventas, pero este tampoco fue así, los feligreses de nuevo fueron muy pocos y aunque dos procesiones pasaron cerca de su negocio no fue suficiente para hacer de este día uno de proliferación de mangos y bolis. Qué tanto extrañaba aquella época escolar cuando bajaban los niños con uniforme a su negocio comprando todo lo que había para la venta.

Pero como dice la Biblia, bienaventurados los que esperan y remata diciendo don Fabio “porque ellos verán acercarse más clientes”. Así habla del Sábado Santo y del Domingo de Resurrección y no precisamente por ser días santos sino porque se comportan como días comerciales, donde todo el 20 de Julio salió de compras, a pesar de la lluvia intensa que los acompañó. Fueron días de ventas, aquellas ventas alabadas por él y por otros vendedores como el de las empanadas, el de los perros calientes, el de las solteritas, el vendedor ambulante de pescado y hasta el de minutos a celular, que hicieron en estos días lo que en los primeros días santos no se pudio.

Dice don Fabio, “tal vez la Semana Santa cada vez es menos santa y de menor devoción, pero no hay quien se resista a seguir comprando lo que necesita o simplemente lo que se le antoja como uno de mis deliciosos mangos con sal.”

Y es que ya no son muy comunes los actos de contricción, más bien sigue en aumento las ganas de probar todo lo que en la calle hay para ofrecer.

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